Respondieron de inmediato al comunicado del Monje:
-Guerrero Pugnator, aquí Operativo Kotojai del Sínodo Seyni Sina. Hemos recibido su mensaje y nos pondremos en marcha urgentemente hacia su ubicación. No salga de las coordenadas que ha facilitado. Podrá encontrar el código de mi comunicador personal al final de este mensaje.
Y así lo hicieron. Volvieron rápidamente a sus polvorientos vehículos negros y se pusieron en marcha en dirección a las coordenadas. Habían tenido suerte pues se encontraba tan solo a 5 horas de camino. Al acercarse a la ubicación ya había caído la noche, sin embargo ambas pudieron ver claramente que se trataba de un campo de retención de esclavos, típicos de los planetas vurkals. Sina, con los prismáticos integrados en sus ojos, implante muy utilizado por los aumentados, observó atentamente el campamento desde la distancia.
-Mierda, una partida de exploradores se está acercando hacia nuestra posición, escóndete.
Dijo Sina ligeramente alterada. Ambas escondieron sus aerodeslizadores bajo unas mantas que habían encontrado en la instalación de comunicaciones y se ocultaron tras unas rocas cercanas. La Kotojai, con su brazo integrado de nuevo, se preparó para combatir mostrando una vez más su espada de damirita. El corazón de Manda empezó a latir agitadamente e imaginando lo que iba a ocurrir, sacó la pistola que la Kotojai le había prestado en la cueva. Esperaron pacientemente unos minutos a que los exploradores vurkals se acercaran a su posición. Cuando Manda levantó la cabeza tras sus protocolarias oraciones al Deus Valeria, se dio cuenta de que Sina había desaparecido. Sin tiempo a buscar a su compañera elian, escuchó unas horripilantes voces dialogando en lo que parecía ser lengua negra, el idioma vurkal. Los temblores volvieron y como respuesta agarró cada vez con más fuerza esa pequeña pistola que de poco le había servido en su último enfrentamiento. La iban a descubrir. Cada vez se les podía escuchar más cerca. Una calma marcial inundó el cuerpo y la mente de Manda cuando vio aparecer al primer vurkal tras la roca. Detrás del primero aparecieron otros tres pegados a él. Todavía no la habían visto. Manda estiró sus brazos apuntando a los esclavistas agarrando con tal fuerza la pistola que le dolían las manos. Fue en ese momento cuando uno de los seres oscuros giró su musculado cuello y sus alargados ojos se toparon con la humana. Manda, con más adrenalina en su cuerpo de la que jamás había sentido, empezó a apretar el gatillo. Era más duro de lo que esperaba. Entonces escuchó la voz de Sina por el comunicador.
-No dispares o alertaremos a los otros.
El vurkal que había visto a Manda no tuvo tiempo ni de alertar a sus oscuros compañeros. Una estela azulada voló por el cielo cayendo a los pies de las criaturas, generando un campo de energía de arco y electrificando así a sus víctimas. Fue entonces cuando, y sin saber muy bien de donde, Manda vio aparecer de la nada a la elian espada en mano y rodeada de electricidad. Un destello anaranjado provocado por la espada de la Kotojai se deslizó fugazmente entre los vurkals. Acto seguido brotó de sus cuerpos una gran cantidad de sangre repulsivamente densa y todavía más oscura que sus pieles. Dos de las criaturas cayeron redondas al suelo soltando un grito ahogado de impotencia y dolor. Las otras dos se mantuvieron en pie, y mientras una de ellas levantaba su escopeta apuntando a la Kotojai pactista, la otra todavía estaba intentando entender qué ocurría. Sina, con un movimiento extremadamente rápido y poderoso, lanzó su espada cual jabalina impactando en medio de la cabeza de la criatura que la estaba encañonando. El desafortunado ser tuvo un espasmo y ejecutó un disparo involuntario. Esbozando una sonrisa, Manda pudo ver como el vurkal con la espada de Sina clavada en su asqueroso cráneo desintegraba parte del torso de su último compañero con ese infortunado disparo. Aprovechando los últimos instantes de vida del legionario negro herido, Sina arrancó su arma de la cabeza del esclavista muerto, puso un pie en el cuello del moribundo y apuntó su espada hacia su cara, colocando la hoja peligrosamente cerca de la tez del vurkal. Lo que pasó a continuación heló la sangre de Manda. Vio como la kotojai intentaba mantener una conversación con la criatura en lengua negra. Al cabo de unos segundos la elian hundió lentamente la punta de su espada en el ojo del vurkal atravesando su cerebro, terminando así con su repugnante vida.
-¿Te…? ¿Te ha dicho algo?
Balbuceó Manda todavía temblando.
-Me ha dicho suficiente.
Respondió Sina. Todavía se podía notar la furia y la adrenalina del combate en su tono de voz. Manda se quedó observando un buen rato como la luz de la inmensa luna que orbitaba sobre Dharjat se reflejaba en la sangre que había brotado de los cuerpos.
-¿Estás bien?
Preguntó Sina. Manda escapó de sus pensamientos y rápidamente asintió con la cabeza mientras se disponía a seguir con la misión. Poco a poco se iba acostumbrando a tanta violencia.
-Tenemos que movernos rápido, habrán escuchado el disparo. Cuando se acerquen más vurkals utilizaré la oscuridad de la noche para infiltrarme en sus instalaciones.
Dijo Sina mientras limpiaba la sangre de su hoja.
-¿Qué? ¿Y qué hay de mi?
Soltó Manda sutilmente enfadada. La elian lanzó una mirada penetrante a Manda antes de responder.
-¿Acaso quieres acompañarme?
-¿Tanto te sorprende?
Respondió la humana todavía más enfadada.
-Tal vez seas una gran ingeniera pero no has recibido ningún tipo de entrenamiento militar y mucho menos de infiltración.
Siguió la kotojai con su característico tono de voz neutro.
-Solo serías un estorbo.
Concluyó. Manda controló su furia.
-Está bien.
Dijo secamente. Al cabo de 2 minutos pudieron ver como un par de cargueros aerodeslizadores se acercaban a su antigua posición. Era el momento de entrar.